Causa: A los perros les gustan muchos olores que los humanos no percibimos, y la mayoría se revuelcan en ellos.
Acción: El primer paso es la eterna vigilancia; intente detectar los objetos tentadores como el pescado muerto o los montones
de estiércol antes que él para impedirle que se acerque. A continuación, introduzca un disuasivo como una pistola de agua o un collar con control remoto que al activarse le bombardeará con un spray inofensivo pero con un intenso olor a limón; así en el momento en que siente la tentación experimenta una sensación desagradable. Es más difícil de lo que parece ya que tendrá que coger a su perro en el acto para activar el mecanismo disuasivo en el momento preciso; de lo contrario, sólo logrará confundirlo. En las zonas donde es más probable que encuentre estas tentaciones olorosas la mejor solución es llevarlo atado. Si lo hace justo después de haberlo bañado, será porque quiere enmascarar el olor del champú; en ese caso cambie a un champú nuevo.
Prevención: Preste atención a su perro durante el paseo para reducir la posibilidad de que descubra él primero la tentación.