La relación entre el hombre y el gato se remonta a muchísimos años antes de Cristo, y surge de la necesidad del ser humano de poseer aliados para cazar, adorar o tener compañía. Hoy en día, el gato tiene exclusivamente una relación de compañía y de amistad; en muchas ocasiones, se convierte en ese único amigo o incluso, por desgracia, a veces en único familiar para el propietario.
Está absolutamente demostrado que poseer un gato o cualquier otro animal de compañía conlleva ventajas para la salud del dueño. Un claro ejemplo es el de personas de la tercera edad: cuidar de un gato acarrea unas obligaciones y atenciones que chocan directamente con un probable sentimiento de inutilidad de esas personas. El amo sabe que el gato depende de él, y que por tanto hay alguien que realmente le necesita.
Se ha demostrado asimismo que acariciar a un gato disminuye el estrés, e incluso algún estudio insinúa que los infartos de miocardio son menos frecuentes en personas que conviven con animales de compañía.
Por otro lado, los gatos nos ofrecen compañía, alguien a quien tocar, con quien hablar y de quien a veces, tras pequeños silencios, esperar incluso respuesta. Por último, sólo debe señalarse el éxito de las terapias con animales, entre ellos los gatos, en personas con disminuciones tanto físicas como psíquicas.