Éste es también un problema importante, aunque menos frecuente que el mareaje. Sin embargo, sus consecuencias en la relación entre gato y propietario suelen ser de gran trascendencia.
La agresividad en gatos puede ser de cuatro tipos:
Agresividad por juego Es una agresividad que realmente no es tal. La intención del gato no es atacar al dueño sino jugar con él, pero el resultado de ese juego, con el que el gato expresa su conducta depredadora, suele producir pequeñas lesiones en el propietario.
2. Agresividad redirigida. Es quizá la más compleja de entender. El gato muestra una actitud agresiva hacia el dueño, pero no porque realmente quiera ir contra él, sino como consecuencia de un estímulo de agresividad al que el gato no puede responder y que reconduce hacia el propietario. En términos de conducta humana sería algo parecido a cuando en el trabajo el jefe nos pega la bronca, nosotros sonreímos y al llegar a casa nos sale todo el malhumor.
3. Agresividad por miedo Hay una causa que atemoriza al gato; éste se siente acorralado y responde con agresividad. Hay que evitar que nuestro gato viva cualquier situación de este tipo.
.4. Agresividad a causa de enfermedades. Ciertas enfermedades del gato que produzcan dolor, malestar o estrés en general en el gato facilitan que en un momento dado éste pueda responder ante nuestros estímulos mostrándose agresivo. En tal caso, al solucionar el problema orgánico resolveremos sin duda el desorden de conducta.
Finalmente, debe recordarse que ante cualquier comportamiento agresivo, debemos consultar con nuestro veterinario, quien, si está en sus manos, podrá resolver directamente el problema o bien recurrirá a un veterinario etólogo para proporcionarnos una solución definitiva.